La pasada semana santa los jóvenes de la diócesis pudimos compartir la IV Pascua Joven organizada por la pastoral juvenil y vocacional.
Durante esos 4 intensos días pudimos adentrarnos de lleno en la celebración y actualización del misterio de nuestra fe, eje central de nuestras vidas: Qué Jesús ha muerto y ha resucitado por cada uno de nosotros, y todo por amor.
El lema de esta Pascua Joven fue “habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo” (Jn 13,1). Y como no pudo ser de otra forma el Amor con mayúsculas se hizo presente en la convivencia, en las celebraciones, en las formaciones, en los testimonios, en el silencio, en los momentos en los que abríamos el corazón a los demás, en los ratos de oración…
Jesús se hizo presente en medio de nosotros. Por esto, todos los jóvenes que hemos participado en alguna Pascua Joven, sabemos que estos 4 días vividos en comunidad no dejan indiferente a nadie.
Al salir de la Pascua volvemos a nuestras vidas, volvemos a lo de siempre, pero nosotros no somos los mismos, Jesús ha pasado por nuestras vidas. Así en estos días tras la Pascua Joven nos hemos dado cuenta de lo que significa vivir siendo la sal del mundo. Amando a los demás en las pequeñas cosas de la vida cotidiana damos testimonio de Jesús, haciendo las cosas desde el amor de Dios que hay en nuestros corazones cambiamos el mundo.
El administrador apostólico de la Diócesis de Huesca, don Vicente Jiménez Zamora, ha compartido este viernes 26 de enero un encuentro con los jóvenes que ha tenido lugar en la iglesia de Santiago Apóstol de la capital oscense. Una actividad de carácter anual que organiza la delegación diocesana de Pastoral de Vocacional, Infancia, Juventud y Universitaria. Presentado por la delegada, Isabel Ramos, y acogido por el párroco, el reverendo don Luis Gurucharri, se dirigió a un numeroso grupo de jóvenes acompañado asimismo por catequistas y profesiones de Religión.
Don Vicente se definió como “joven de espíritu” ante una audiencia que le escuchó atenta y se presentó como un sacerdote que escuchó la “llamada de Dios” porque “la vida es vocación y el Señor nos llama de muchas maneras”. En el Seminario de Tarazona, cercano a su localidad natal de Ágreda (Soria), inició sus estudios sustentado en “la llamada de Dios, los padres, los buenos maestros que tuve y el buen ambiente de estudio religioso que había entonces”.
Su lema, ‘Amoris officium’ , extraído de san Agustín, se debe al deseo cumplido de “una vida al servicio de Dios”. Don Vicente explicó la diferencia entre la labor de obispo y la de un administrador apostólico, que “administra y cuida la Diócesis en nombre del Papa. En el fondo, soy obispo igual pero en nombre de la Santa Sede y no en virtud de uno mismo”.
Una de las preguntas lanzadas por los jóvenes se refería al papel de una Iglesia que “se adapta y se renueva para dar respuesta desde el Evangelio y la revelación de Dios a lo que demanda el mundo”. No cambia en la “doctrina”; pero sí “en la forma de estar en la sociedad y de exponer esas verdades”. El Concilio Vaticano II supuso en ese sentido un punto de inflexión, y don Vicente relató cómo la Iglesia se ha adaptado a los tiempos y técnicas modernas durante las sesiones del Sínodo, en el que desarrolla un papel muy activo como Padre Sinodal en representación de la Conferencia Episcopal Española.
El administrador apostólico puso en valor a los jóvenes que tienen “interés en conocer a Jesús y en compartir la fe con otros jóvenes”. El testimonio, el boca a boca, las Jornadas Mundiales de la Juventud o las redes sociales facilitan que “seáis los unos catequistas de los otros”. Elogió el empeño de profesores y catequistas por “transmitir la fe” en el marco de un “desafío que tiene la Iglesia: evangelizar a y con los jóvenes”. Aboga por practicar “la cultura del encuentro” entre los mayores, “que tienen la experiencia”, y los jóvenes, “que tienen el futuro”. Dios te ama, Jesús vive y el Espíritu renueva siempre a la Iglesia, afirmó don Vicente.
Sin amor, continuó, “no hay alegría, porque hay más alegría en dar que en recibir”, y la vocación es “un poema de amor que se descubre por las llamadas del Señor”. Explicó que una de las cuestiones que se han puesto sobre la mesa en el Sínodo es la adaptación del lenguaje litúrgico de las celebraciones eucarísticas “sin traicionar su esencia”. El pecado es “el desamor” y Dios perdona “siempre”, ha enviado a su Hijo al mundo “para borrar los pecados. Hace falta que nosotros queramos volver a encontrarnos por la vía del amor con Dios y Jesucristo. En todo pecador puede haber un santo”.
Para terminar, don Vicente definió el mal como “el gran mal del hombre”. No hay explicación para este Misterio, como tampoco para el de la muerte. La fe, aporta “algo de luz para explicarlos. Dios, en sus designios, puede sacar del mal bien. Ha llenado el sufrimiento de sentido y de vida”.
La JMJ fue sin duda una de las mejores experiencias de mi vida. Siempre lo recordaré con mucho cariño y nostalgia. Al principio, la JMJ simplemente me parecía un viaje más, pero nunca pensé que llegaría a ser uno de los más importantes y significativos de mi vida.
Tengo el recuerdo de las largas horas en el autobús, de las cuales, pocas aproveche para dormir, de las conversaciones nocturnas “random” con personas del bus y de las sonrisas que veía a cada lado.
Después de unas cuantas horas y paradas, que parecían interminables, llegamos por fin a Alvorge, un pueblecito en Portugal. Recuerdo como los nervios abundaban en el grupo. Todo el mundo estaba ansioso por conocer a sus familias de acogida durante esta primera semana de JMJ, incluida yo. Al principio me preguntaba ¿Qué hago aquí, que pinto aquí? Pero luego, durante esas dos semanas de JMJ, pude hallar por fin la respuesta.
Una vez que llegamos a Alvorge, los portugueses de allí nos recibieron de la mejor forma posible. Ese día recuerdo haber estado realmente cansada y muy sofocada. Lo único que quería era dormir aunque fuese un par de horas más. Pero siempre recordaré, como si fuera ayer, el momento en el que conocí a mi familia de allí.
Todo comenzó el día en el que me presentaron a Juliana. Me dijeron que ella y su familia nos cuidarían a mí y a una chica, Aurora, durante esa primera semana de JMJ. Ese día, Juliana y su madre nos ayudaron a llevar nuestro equipaje a la casa y, una vez allí, nos enseñaron toda la casa. Cada mañana, nos dejaban el desayuno recién hecho, preparado en la mesa y nos ofrecían algo de comida para los días largos en los que tuviésemos alguna excursión.
Durante los primeros días en Alvorge, nos prepararon actividades muy divertidas para nosotros, así como una misa muy bonita de bienvenida y muchas cosas más. Recuerdo cuando hacíamos pequeñas excursiones gracias a las cuales pudimos conocer más la localidad.
Honestamente, tengo que decir que, en esa primera semana, pude sentir una conexión muy fuerte, no solo con mi familia, sino con el resto de las personas de Alvorge. Sobre todo, me sentí muy a gusto con ellos, eran personas que, a pesar de haberlas conocido en una semana, eran muy importantes para mí. Sin duda, esa primera semana fue increíble.
Pero, desgraciadamente, al acabar la semana, llegó la hora de despedirse. Recuerdo cuando me despedí de Juliana, con un abrazo en el que no pude evitar que mis lagrimas salieran de golpe. Sabía que no la volvería a ver, ni a ella ni al resto, en mucho tiempo y por esa razón no pude evitar sentir mucha tristeza al despedirme de ellos. Finalmente, nos subimos al bus, el cual nos llevaría a Cascáis, donde comenzaríamos nuestra segunda semana de JMJ.
Durante esa segunda semana de JMJ, asistimos a catequesis y misas donde pude tener la oportunidad de reflexionar acerca de mi fe y donde pude hablar con Dios acerca de mis inquietudes. Personalmente, esta experiencia ha significado para mí un punto de inflexión en mi vida. Me ha hecho reflexionar y replantearme ciertas cuestiones existenciales. También me ha hecho valorar muchas comodidades que en el día a día no se les da la importancia que requieren.
Además, los encuentros con el Papa han sido brutales. Las palabras que nos dirige a los jóvenes del mundo siempre son un soplo de esperanza y de fuerza para que no desfallezcamos y podamos seguir a delante. Por otro lado, conocí a mucha gente increíble, gente con la que actualmente sigo manteniendo el contacto, a pesar de la distancia.
Si me preguntasen por una palabra para definir la Jornada Mundial de la Juventud de este año 2023, diría la palabra: sorpresa.
Sí, sorpresa, ante algo que ha superado todas las expectativas que yo tenía un 30 de julio. Sorpresa al sentirme "llevada" por una marea de gente para vivir el Via Crucis con el Papa. Sorpresa al comprobar que, estando unidos, aunque sea cogidos de la mochila de la persona de delante, somos invencibles . Y sorpresa al ver al Señor en tantas personas, en tantas situaciones.
Me gustaría acabar dando las gracias a Dios porque he ido y ha sido la experiencia más bonita que he tenido, ese encuentro con Dios, esa emoción que flotaba en todos los jóvenes, esas sonrisas que te llenaban el corazón. Una experiencia única e inolvidable que igual sólo se vive una vez.
Normalmente, cuando te hablan de un campo de trabajo automáticamente lo descartas como plan para el verano. Nadie quiere trabajar en esa época del año. De todas formas, cuando me propusieron apuntarme por primera vez, no sé exactamente por qué, pero dije que sí. Resulta que no todo era trabajar y trabajar.
Fue llegar al seminario y verme rápidamente rodeada por un ambiente especial. La mayoría de gente ya se conocían unos con otros pero
después del primer día fue como si yo también los conociese desde hace mucho tiempo. Se notaba a simple vista que había una conexión entre esas personas, que confiaban entre ellos, que no les importaba las pintas que llevasen, que se sentían cómodos unos con otros.
Enseguida se volvió rutina. Levantarme de la habitación con la música de los pasillos, desayunar todos juntos en el comedor y repartirnos entre los coches para llegar a la catedral. Una vez allí, ponernos a trabajar, pero no como te imaginas. Desenterrar piedras, huesos y cerámica mientras te ríes con los que tienes al lado, habláis de cualquier chorrada y cantáis la música que suene en aquel momento por el altavoz.
Por la tarde, la parte más relajada. Después de comer la reflexión: leer en común un poco de la biblia o algún texto por el estilo, preparado previamente según el tema escogido para ese año. Tras un rato de reflexión individual, la puesta en común por pequeños grupos (resulta más que útil) y finalmente, alguna actividad o juego divertido, misa (no puede faltar), cena y la actividad de la noche.
No sé en qué momento pasó, pero descubrí que realmente no estaba sola, y que Dios siempre había estado allí, esperando a que yo le viese. Resulta, que esos momentos en los que estaba cansada, sucia y trabajando al sol eran los más felices del año. Y aunque eso sólo lo puede decidir cada uno por sí mismo, también es cierto que sólo lo puedes saber una vez que lo has probado.
Esta pasada Semana Santa algunos de los jóvenes de la Diócesis hemos participado en la III Pascua Joven. Desde la acogida en el Seminario Conciliar de la Santa Cruz el jueves por la mañana, hasta la misa del Domingo de Resurrección en la Catedral, hemos vivido intensamente y compartido juntos estos días del Triduo Pascual. Un recorrido en el que conocer el valor del servicio, del amor, del peso de la cruz, de entender que por ella se llega a la resurrección, de acompañar al Señor en sus momentos de agonía y de celebrar que la tumba quedó vacía. Y todo ello en un bonito ambiente de recogimiento y de sentirnos, no sólo comunidad, sino familia.
Queremos agradecer también su presencia y dedicación a los sacerdotes que nos visitaron y acompañaron, pues sin ellos esta Pascua Joven no habría sido posible. Por último, agradecer a Don Julián que, al recibirnos tras la misa de Pascua y comentar nuestra experiencia, pusimos el broche de oro a estos días.
Somos testigos de que Cristo vive, que ha resucitado, verdaderamente ha resucitado. Aleluya.
Entre el 25 y el 27 de noviembre lugar el retiro de Adviento organizado por la Pastoral Juvenil. 13 jóvenes de la diócesis se reunieron para preparar el próximo nacimiento de Jesús mediante cinco meditaciones impartidas por el sacerdote Kevin de Jesús Urbina. En estas meditaciones reflexionaron sobre los anuncios a san José, a la Virgen y a Zacarías, y cómo lo afrontaron cada uno, y sobre los primeros testigos del nacimiento: los animales (símbolo del instinto y lo visceral), los pastores (símbolo del pecado) y los Sabios de Oriente (símbolo de la mente, lo racional).
El pasado viernes 11 de noviembre tuvo lugar en el Teatro Salesiano de Huesca una nueva edición del Festival de arte cristiano Esperanzarte. La primera actuación corrió a cargo del coro de niños del colegio San Viator y después tomó el relevo el payaso zaragozano Jano. Los siguientes en subir al escenario fueron los miembros de la numerosa familia de los Peregrinos y cerró la velada la esperada actuación del rapero Grilex.
Durante la semana santa los jóvenes de la diócesis pudimos disfrutar de la II Pascua Joven Oscense, organizada por la pastoral de infancia y juventud de la diócesis. Mediante la celebración de los oficios, charlas impartidas tanto por sacerdotes como por laicos y testimonios, acompañamos a Jesús, desde el miedo y la angustia de Getsemani, hasta la flagelación pasando por la traición, la cárcel, los interrogatorios y los juicios, las humillaciones de los soldados...
Para culminar en la cruz, donde tomamos a María como nuestra, lloramos con ella la muerte de Cristo, nuestro amigo, aprendimos de la esperanza que hay detrás de su silencio.
Abrazando a María en su dolor con nuestro corazón aprendimos a esperar en Dios.
Y tal fue la esperanza, que con ansia deseábamos que llegase la vigilia pascual para Resucitar con Cristo, y así fue. El sábado por la noche resucitamos, con, por, y en Jesús.
Con todo esto nos dimos cuenta de que no son solo palabras bonitas, si no que es Cristo mismo quien nos espera y nos invita cada día a compartir su pasión, su cruz y su RESURRECCIÓN porque, como henos aprendido estos días, no hay resurrección sin cruz, ni cruz sin resurrección.
Fueron 4 días para Jesús en los que nos sentimos muy cerca de su corazón y salimos con ganas de mantener este sentimiento, que es Jesús mismo ardiendo siempre dentro de nosotros.
El primer fin de semana de cuaresma, los jóvenes de la diócesis tuvimos la oportunidad de vivir un retiro para poder adentrarnos de lleno en este camino hacia la Pasión, muerte y Resurrección del Señor. El retiro, bajo el nombre “conviértete y cree” trató sobre la conversión. El retiro comenzó con la hora santa que celebramos los jóvenes cada primer viernes de mes. Y el sábado empezamos con las meditaciones, durante la mañana vimos como Jesús se encontraba con distintas personas en el evangelio y como estos reaccionaban ante su llamada a la conversión, y por la tarde vimos como nuestro camino de conversión se parece al de Pedro. Desde su llamada a ser pescador de hombres, hasta la charla con el Señor tras la Resurrección, pasando sobre todo por los baches y caídas durante los años que convivió con Jesús. Aquí nos vimos todos identificados, como Pedro, nosotros pretendemos llevar las riendas de nuestras vidas y de las vidas de los demás sin tener en cuenta a Dios queriendo hacer así nuestra voluntad y no la suya, prometemos más de lo que cumplimos, le damos la espalda a Dios por miedo cuando nos vemos comprometidos… Pero como Pedro, nos levantamos más fuertes de la mano de Jesús. Junto con esto, al principio del retiro aprendimos unas muy buenas claves para la oración personal diaria con la palabra de Dios. Cada uno de nosotros salió del retiro con unos propósitos concretos para aplicar en esta cuaresma, viendo a lo que el Señor nos llamaba durante este tiempo. Solo nos queda agradecer a Dios por permitirnos vivir estos días de retiro, oración, reflexión y convivencia. Y pedir que recéis por los jóvenes de la diócesis, para que Jesús nos de la fuerza y nos mande su santo Espíritu para anunciar su mensaje en nuestras vidas en medio del mundo.